domingo, 26 de abril de 2009

anomalías porvenir - Leandro Silva




ANOMALÍAS PORVENIR
El cadáver de Marx aún respira N.P


“Pobrecita la palabra utopía o la palabra revolución”, nos decía un viejo camarada, con su divertido tono irónico en uno de sus típicos y descreídos comentarios, hace ya varios años atrás. -¿Podrían encontrar todavía algún sentido oculto en esas tan absurdas y prostituidas palabras?
El tema del sentido nunca significó un grave problema para nosotros, menos aún si todo había comenzado y ya no había forma alguna de evitarlo.

La descripción de las sensaciones que vivimos en aquellos tiempos será siempre insuficiente, quizás, con algo de suerte, un poeta podría llegar a expresar algo de aquello en un lenguaje idóneo o más particularmente preciso. En mi caso sólo podría llegar a balbucear algunas de nuestras impresiones de forma precaria.

Recuerdo que la alegría que sentimos era tan vasta, que nos provocaba una especie de delirio místico, cósmico, sublime y alucinante. Todos nos encontrábamos presos en una felicidad de enamorados, parecíamos niños abriendo anhelados regalos. Estábamos grosera y vulgarmente atrapados un júbilo colosal, nada de armonías, sino un desequilibrio total; éramos unos verdaderos dementes.

A ratos dudábamos de esta magnífica situación, desconfiábamos, ya que a pesar de lo grandioso de todo esto, tenía un carácter demasiado ilusorio, como los sueños o la literatura -aunque hay quienes sostenían que las ficciones y la realidad no pueden oponerse, pues son esencialmente lo mismo, tanto que pueden confundirse fácilmente, ambas son verdad o ambas ilusión-, pero ese no es el tema central de esta historia.

Contemplar la destrucción absoluta de nuestro sistema imperante, ver a la serpiente comiendo su propia cola, fue lo que sin duda, más nos impactó en la vida.

El cómo y por qué sucedió algo así, puede ser bastante difícil de comprender para ustedes porque no existe ninguna explicación racional para ello, el hecho simplemente ocurrió. Un día como cualquiera todo cambió o comenzó a cambiar, brusca y repentinamente, sin previo aviso, como si algo sobrenatural más allá de nuestro alcance intentara intervenir directamente en el mundo.

Ni los científicos más especializados se atrevieron a proferir palabra alguna, su perplejidad ante tan inesperada situación los mantuvo paralizados y atrapados en un mutismo absoluto.

Los primeros signos de la caída fueron leves variaciones en la regularidad de las disposiciones de la naturaleza, la normalidad de las leyes de la física se volvió extrañamente anómala (varios físicos de la quántica prefirieron optar por el suicidio). El soporte epistemológico de los fenómenos naturales se deshizo ante los ojos de todos.
De esta manera, las fuentes energéticas producidas artificialmente por los humanos dejaron de funcionar, así mismo los aparatos tecnológicos dependientes de estas se volvieron totalmente inútiles.
Caos y crisis del supuesto equilibrio energético natural, la segunda ley de la termodinámica, junto a la conocida entropía, sirvieron como únicas aliadas para la comprensión de este nuevo orden global.

No podíamos dejar de sorprendernos a cada instante, mientras caminábamos, guiados sólo por la intuición y la fe de no ser asesinados por los desesperados habitantes de nuestro extraño mundo. En las calles de la ciudad ya no era posible ver vehículos motorizados en movimiento, ni escuchar el sonido de equipos de radio o ver las imágenes en los televisores. Durante la noche, se veían grandes fogones en medio de la inmensa oscuridad, en ellos se quemaban todo tipo de objetos eléctricos inservibles: computadores, teléfonos celulares, lavadoras, microondas, etc. Esto lo hacían de forma enajenadamente libre, como si se encontraran en trance o un gracioso frenesí.
Todas las religiones en general vaticinaban el Apocalipsis, el castigo divino y final, para ellos solo Dios podría provocar algo así. Algunos osados hablaban del nuevo imperio de Satán, pero la mayoría creía o prefería convencerse del regreso del redentor.
Por otro lado se encontraban los grupos que atribuían la situación a las acciones de seres alienígenas o extraterrestres.

En cambio nosotros, hacíamos bromas acerca del espectro de Marx, del cual escribió una vez un amigo en un contexto totalmente distinto. Este decía que se le había aparecido el fantasma a un científico genio, dándole información e instrucciones precisas para colapsar el sistema energético de todo el planeta. Sin embargo, cuando hablábamos seriamente, podíamos conjeturar hipótesis que se relacionaban con el calentamiento global o los experimentos secretos de físicos norteamericanos. Sin duda, éramos nosotros mismos los propios causantes de esta locura terrestre y no entidades metafísicas como planteaba la mayoría.

La última guerra mundial fue lo más aterrador posible de imaginar, murieron mucho menos personas que en todas las guerras anteriores juntas. Pero la forma en que sucedió todo esto fue la atrocidad más cruenta de toda la historia de la humanidad. Quizás todo hubiese sido distinto si nos definiéramos como los antiguos humanos, pero los cambios consecuentes de las anomalías, afectaron directamente la composición de la estructura molecular de nuestras células, haciéndolas mucho más fuertes y resistentes. Esto también modificó nuestra forma de pensar, vivir y morir.
Al parecer mutábamos hacia algo mejor, más capacitado, completo e invulnerable, nuestras más claras imperfecciones biológicas e intelectuales fueron superadas con creces.
Lo más increíble, lo realmente fantástico, son las actuales formas de organización. Luego de esta gran crisis, las nuevas “estructuras” sociales a nivel mundial son una maravilla política.

Si alguna vez consideramos utópicos el comunismo o el anarquismo, éramos verdaderos niños de pecho. Hoy esos sistemas son objeto de risas producto de su simple y fácil plausibilidad para nuestras formas de pensar.

Los miles de sistemas actuales no poseen parámetros de comparación respecto a los antiguos. Es terrible que para lograr algo así tuvieran que morir inevitablemente tantas personas asesinadas, pero fue necesario y por fin todo funciona a la perfección. El costo de esto quizás nos haya privado de nuestra primitiva condición de seres humanos.

Hoy nadie muere de hambre o enfermedades, la nueva tecnología pudo resolver estos simples problemas en sólo unos cuantos años, la forma en que esto se hizo es otra larga historia. Básicamente, al comienzo de todo esto, un grupo de personas nos entregaron unas armas muy raras y nos dieron misiones específicas. Personalmente, nunca pudimos asesinar a nadie, aunque a mí ganas no me faltaron, a (?), encantado lo hubiese matado, nuestros camaradas no tuvieron problemas en hacerlo.

En cuanto las armas de fuego, sólo una u otra funcionaba, el resto, es decir, la mayoría, simplemente no hacía combustión o fallaba misteriosamente, por lo que dejaron de utilizarse. Sólo algunas rústicas construcciones sirvieron para la gran masacre (las armas químicas no surtían el efecto esperado sino todo lo contrario, nos hacían más fuertes).
Posterior a la gran debacle comenzó la reconstrucción del mundo, rápidamente se formaron microsociedades que por su reducido tamaño y autosuficiencia recordaban las polis griegas. Nuestra comunidad es una de esas miles que pueblan la tierra, la mayoría son absolutamente autárquicas, nosotros no somos más de mil habitantes y mantenemos una relación totalmente pacífica con todas las comunidades vecinas- los ejércitos desaparecieron de la faz del planeta.
Aquí termina nuestra introducción al juego, esperamos que les guste, a mi ya comienza a cansarme un poco, he pensado en morir pronto. Pero aún me gustaría volver a jugar si ustedes aceptan, como les decíamos al principio fue todo lo que siempre quisimos con su madre. Un mundo justo, carente de las vergonzosas miserias humanas que, como ustedes saben, no son pocas, demasiadas a nuestro juicio. Mencionarlas es malgastar el tiempo y el espacio.
Entonces ¿Qué opinan, hijos? ¿Aceptan jugar a este juego? Piénsenlo bien, aún están a tiempo, quedan muchos otros para elegir, este es sólo uno de ellos, fue el que más preferimos con su madre, jugar a los revolucionarios. O tal vez prefieran ser el enemigo y estar del otro extremo. ¿Se atreverían a luchar contra nosotros y nuestros ideales?


- La niña que había escuchado atentamente a su padre increpó a su madre diciendo:

¿Qué dices tú, mamá?, has estado callada durante toda la introducción, dinos algo para ayudarnos a decidir.
-Por su parte la madre luego de un breve silencio, dijo con aire dubitativo:

No sé, no estoy muy segura, quizás sea muy arriesgado, morir es lo más probable al principio. ¿Creen ustedes que podrán encontraran todavía algún sentido oculto en esas mágicas palabras?
-Ambos adolescentes se miraron sin saber qué decir, observaron las lágrimas en los grandes y expresivos ojos de su madre, el brillo en la mirada parecía encandilarlos, por un instante que duraría toda la eternidad. Jamás habían visto tal emoción en nadie, el silencio de los jóvenes quedó reservado al universo poético creador de lo inefable.
-Finalmente el padre los interrogó con su mirada para apurarlos a tomar la gran decisión. El niño escuchó a su hermana que se acercó a decirle algo al oído y luego con un divertido tono irónico se oyó decir:
Aceptamos, pero seremos sus enemigos desde el inicio del juego, probablemente moriremos si es necesario, si es que quieren volver a vencer, la única condición es que sabrán siempre quiénes somos, pero nosotros no sabremos quiénes son ustedes, así tendremos alguna ventaja y posibilidades de ganar, a ver cómo los pone felices esta nueva revolución.




por leo