jueves, 1 de mayo de 2008

La lluvia y Joy Division

. A propósito de “Contol” el film de Anton Corbin sobre la vida de Ian Curtis


Recco, Italia, son las 4:15 am. y estoy trabajando en la recepción de un Hotel.

Mato el tiempo viendo videos en youtube y si miro por la ventana se ve parte del Golfo Paradiso. El mediterráneo está más sinuoso que de costumbre, es de noche y afuera llueve.

Casi por reflejo, escribo en el buscador, Joy Division y me pongo a ver videos de pequeños conciertos, en locales no más grandes que el Sindicato de Estibadores de Valparaíso, o bien presentaciones en programas de televisión, como este que subí del show del recién fallecido Tony Wilson; me pregunto ¿por qué fueron tan importantes?

Seguramente no faltará el que argumente, tal vez con razón, que es por que el vocalista se suicidó, lo mismo pasó después de la muerte de Kurt Cobain, la fama de su banda se multiplicó por el planeta como una pandemia y sería muy extraño conocer a un occidental de menos de 35 años que no sepa quienes fueron los Nirvana.

Al parecer, el tema del suicidio que llevó a Albert Camus a escribir en uno de sus mejores pero más desconocidos libros, “El mito de Sísifo” que “no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio".

“Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”, cuando uno es adolescente parece sumamente relevante y lejos del lado morboso. La búsqueda de sentido existencial que caracteriza a esa etapa de la vida y a esta época vacía, hacen que a veces se confunda este acto en que se sublima lo absurdo en una especie de exaltación épica y casi heroica, de rebeldía contra la vida y la sociedad.

De acuerdo, cuando uno es adolescente es un poco idiota, pero ya hace rato dejé atrás la adolescencia y siempre vuelvo a escucharlos y no sólo son relevantes en mi vida, mis amigos siempre vuelven una y otra vez a perder el control en sus “placeres desconocidos*”. “Unknown pleasures” primer disco editado de la banda.

Sin embargo, y dejando de lado los argumentos históricos que se pueden bajar de wikipedia, sobre el post punk, la revolución musical del 77... bla,bla,bla - típica conversación de bar porteño. Lo importante es que el sonido de Joy Division hipnotiza, el ritmo repetitivo de la batería lleva a estados que ninguna otra música por muy ambient o concreta que sea, puede lograr. Es la magia de lo repetitivo, de lo simple, de un arte sin aspavientos. Humano, podríamos decir, o quizás no, por que los humanos somos pretenciosos y complejos, la música de esta banda tiene rasgos de esencialidad, de sentido. Me conectan con mi pasado, con el presente y el futuro que a pesar de las letras melancólicas y los acordes menores me alegran el espíritu.

Es extraño hablar de sentido si seguramente Ian Curtis se suicido por que era eso lo que le faltaba. Tal vez, debió escuchar un disco de su banda en vez de poner el “The Idiot” de Iggy Pop. O quizás le hubiera bastado con mirar por la ventana y ver caer la lluvia, escucharla. Son esas cosas pequeñas las que llenan. Grupos que tocan en lugares minúsculos y para poca gente; sonidos repetitivos, hipnóticos como un mantra que convierte hasta la rutina más despreciable en una experiencia maravillosa.

Javier Zapata Glisser